Siempre es gratificante recibir comentarios y correos de los lectores de este blog. Evidentemente, no han de ser siempre estupendísimas glosas ni rigurosísimas disquisiciones. De cualquier modo, toda anotación, análisis o puntualización -sea del signo que sea- será siempre bienvenido, porque este es un escenario abierto a todo aquel que quiera aportar algo que considere de interés para esta comunidad.
Me escribe Nicolás que teme que tal vez sea él el único seguidor de mi –magnífico, lo llama- blog, ya que le parece que es el único que me hace comentarios (aparte de algún anónimo). Gracias, Nicolás. No merezco tal honor.
Quisiera puntualizar, cariñosamente, que no eres -ni mucho menos- el único seguidor en el sentido estricto de la palabra, porque también están los otros seguidores, los silenciosos: mi clac, entre los que sitúo a mi familia en pleno, a mis amigos, a algunos compañeros de trabajo y a una serie de curiosos que se asoman –morbosos- por aquí, de tanto en tanto.
Ahora bien: sí es cierto que se echa en falta un poco más de activismo y proselitismo en el grupo. Pero comprendo que, a veces, el desconocimiento o la lasitud son elementos coadyuvantes en la inacción y en la desgana para “afiliarse” a este grupo. Permitidme que desde aquí haga un llamado a esos perezosillos que me leen con fruición y no se apuntan como seguidores: Pablo, Iker, Laura, Aitor, Nieves, Lucía, mi mujer, Mar, Montse, Maldomada, Mónica, Luis, Pepa, Miguel Ángel, José Vicente, Lorena… -“lore-al”- guapa…haced el favor y no me dejéis desangelado.
He de añadir que existe una seguidora que se autodenomina “La Susi” y que se reconoce como una fan tan desaforada que, posiblemente contemplándose en las breves historias de aquella, adoptó tal seudónimo y me remitió un cariñoso correo amparándose en el anonimato. Está mal que yo lo diga aquí, en público, pero no me resisto a omitirlo. Después de traicionar a la Susi leyendo su diario íntimo y tras publicar alguno de sus escritos, reconozco haber perdido mi honor y la escasa vergüenza que me quedaba. Decía así:
Querido Antón:
Te escribo porque quiero decirte que he leído tu blog desde los inicios. Casi entré por casualidad, por recomendación de un amigo mío y compañero tuyo de trabajo (el mundo es un pañuelo), al que habías anunciado la publicación del mismo. Pensé que sería uno de esos blogs, uno de tantos que, gente aburrida o necesitada del aplauso ajeno, se dedica a escribir para llenar sus ratos de aburrimiento. Pensaba que escribirías muy de tarde en tarde pero, tras observar que lo hacías con regularidad semanal, contando tontas y divertidas historias de esos personajes tan simples, tan cercanos, tan comunes, me enganché a tu blog. Hoy puedo confesar sin rubor que soy tu blogadicta principal, con permiso de ese Nicolás, que se me anticipó (imagino que trabaja contigo). En fin, me da igual. Esa Susi que pintas soy yo, estoy segura y, si no, lo parece. Creo que a veces tiendes a la exageración desmedida, que eres un poco pedante y rebuscado en el vocabulario, que sobreactúas, que te crees –sin embargo- los personajes que interpretas y los gozas pasionalmente. Porque, dime la verdad, tú eres Pablo y también la Susi, ¿no? No sé por qué me da en la nariz que esto es como la Santísima Trinidad, que tú eres a un tiempo Pablo, la Susi y Antón... y que tomas diferentes apariencias. Eres como los tres mosqueteros.
Si tomamos la Trinidad como modelo, sois tres en uno. Y si los tres mosqueteros, entonces sois todos para uno y uno para todos. Y además, no eran tres, sino cuatro, porque también anda tu mujer por ahí. Eres como el aceite tres en uno: lubricante, limpiador e inhibidor de la oxidación.
Lubricante, porque tus historias fluyen alegres, semana tras semana.
Limpiador, porque tus cosas, las de Antón, la Susi o quienquiera que aparezca, te dejan relajada y como nueva.
Inhibidor de la oxidación, es decir, no permiten el aburrimiento, como el aceite lubricante no permite el óxido.
Y, mira, como mujer que soy, me apuesto –además- que lo mejor está aún por llegar, con tu mujer…sin ella, con permiso de la Susi y de Pablo.
Me encantan tus historias. No quiero que pienses que soy una fresca por haberte escrito a tu correo electrónico. Ya te he dicho que me lo ha dado un amigo tuyo, un compañero de trabajo. Yo seré discreta y callaré su nombre.
Antón, te juro que me tienes en vilo. Espero ansiosamente las nuevas aventuras, las ingenuas historietas y las más disparatadas ocurrencias de tus personajes. Sigue escribiendo, hermoso. Sigue contando tus batallitas. Para mí, que no hay ni media verdad en lo que escribes. Y, sin embargo, me gustan tus mentiras. Ya no sé qué creerme. No desmayes y continúa, semana tras semana, animando nuestros corazones.
Te sigo apasionadamente.
Susi, “la otra”.