domingo, 29 de abril de 2012

     ¿Pero quién es realmente la Susi? Insisten machaconamente algunos seguidores de este blog en que, ya que no estoy dispuesto a publicar ninguna fotografía de la Susi, les proporcione al menos más datos sobre ella y que, de alguna manera, la “visualice”. Quiero que comprendáis, queridos míos, que la Susi no es el único personaje de este blog. No olvidéis que el tal lleva por título “yo, mí, me, conmigo y mis cosas”. También están las historias que me envía mi buen amigo Pablo y las mías propias, mis cogitaciones. A veces estoy solo y otras, acompañado  por mi “Gran hermano” particular, ése que vigila de cerca hasta mis más profundos sentimientos.
     Recuerdo una canción del cantante cubano Carlos Puebla y su “Y si no fuera por Emiliana”: Emiliana es muy cumplidora, es halagadora, alegre y cordial. Su sonrisa es como la brisa por la mañana en que alumbra el sol –canta, que se acerca un poquito a su carácter y a su forma de ser, aunque no le hacen justicia.
     Pues así, entre otras muchas cualidades que la adornan, es nuestra querida Susi. Nada que ver con la adaptación que cantaba e interpretaba la actriz Eva León en la película “Con el culo al aire”, de Carles Mira, en donde aparecía junto al fallecido Ovidi Montllor, aunque esta última versión fuera notablemente más divertida.
     Qué duda cabe de que soy muy parcial, pues no en vano bebo los vientos por ella. Así que, ¿qué otra cosa podría yo decir?
     Creo que conocéis perfectamente su carácter, pero os gustaría visionarla. Después de que haya quedado claro que no habrá foto, procuraré acercárosla para que no os resulte tan lejana.
     Es de tez blanca, algo sonrosada. La cara, ovalada, un poco redondeada. En ella destacan sus ojos, de un verde grisáceo, que le dan un aire enigmático. ¡Con lo bonitos que son y le ha dado ahora por ponerse unas lentillas de color azul celeste! Será por fastidiar, que la Susi, a veces nos sale rebeldilla, pero es cierto que le quedan espectaculares. Me temo que se lo sabe la muy tunanta.
     Las orejas, pequeñas, cubiertas por el pelo. Solo en algunas ocasiones, cuando éste se le echa en la cara, con un suave movimiento lo retira hacia atrás y pueden vérsele. Un discreto hoyuelo en la barbilla le da un toque simpático.
     Lo que  más llama la atención es la mirada que tiene: limpia y fresca. Los labios, carnosos; la sonrisa fácil, contagiosa y a veces burlona, expresa su alegría natural. El pelo negro, de melena larga y abundante, liso y cortado a capas, le cubre la mitad de la espalda y rodea sus pómulos mientras un breve flequillo acaricia su frente. De vez en cuando alimenta sus largos cabellos con reflejos azabache para que resalten. No es muy alta; mide alrededor de 1.75 m. y, con tacones, está imponente. Los dientes, de ortodoncia, bien colocados, blancos e impolutos. Por cierto, me han salido por un pico.

     P.D.: Os dejo, queridos míos, los enlaces de las canciones que antes os he comentado.
    
 
http://www.youtube.com/watch?v=WC2u9MbRkqo à Y si no fuera por Emiliana de Carlos Puebla.
http://www.youtube.com/watch?v=e_plX39aqMo à Liliana, de Carles Mira.
http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=Q2ls84VO1Ss&feature=endscreen àLa traca final de “Con el culo al aire”.

domingo, 22 de abril de 2012

    
     La Susi es una mujer de mundo. Quiero decir que ha viajado por el mundo. Hace algunos años estuvo de Au Pair en Austria. La verdad es que fue una estancia breve, pero muy enriquecedora y formadora de carácter. Respondió a un anuncio de los tantos que abundan en internet buscando “joven, estudiante, que hable algo de inglés, para cuidar un niño de ocho años, trabajo de cinco horas al día, ambiente agradable, familia de tres miembros, dos días libres a la semana, 70 € como dinero de bolsillo y para tres meses de estancia prorrogables”.
     Resultó que, tras gastarse lo que no está escrito, llegó a la familia monoparental -con abuela incluida- y hete aquí que el niño había crecido y tenía… ¡12 años! El trabajo de cinco horas al día consistía en levantarse a las 5 de la mañana, acompañar al niño en el autobús, al colegio, esperar a que terminara la jornada y volver con él a casa. Tras comer había que fregar la loza, recoger la cocina y, por la tarde, hacer la compra y preparar la comida para el día siguiente. Como actividades varias, limpiar un innúmero de objetos inútiles de dos vitrinas o peinar los flecos de una gran alfombra de aquella casa-museo llena de antiguallas en la que nada se tiraba.
     Visto el panorama que le esperaba, lloró como una Magdalena (eso sí, a solas, en su habitación, que la Susi es muy digna),  apretó los puños con rabia, sacó un billete por internet y, como el que va a comprar el pan, a los tres días ya no regresó. No sé cuántas horas después, tras un rocambolesco viaje, apareció en Dublín. Allí le esperaba una familia con la que había contactado in extremis. Todo parecía arreglado, por fin. Un matrimonio, tres niños de tres, seis y ocho años y ¡cinco horas de trabajo solo con los niños! Eso ya era otra cosa. Por fin había encontrado lo que buscaba.
     Claro que no es oro todo lo que reluce y pronto comprobó que los 100 € que le pagaban los valía. El rostro pálido se había metido en el campamento de los Sioux. Acostumbrados a lidiar con una Au Pair nueva cada dos por tres, todo eran chantajes por parte de los mocosos. Si no querían comer, era inútil porfiar con ellos. Cuando al pequeño le estaba dando la comida, el mayor se encontraba de safari por la nevera o destapando cajas de galletas o disfrutando de unas natillas de chocolate. Y como era de esperar, la cara terminaba hecha un poema. Y si no, la niña se encontraba sacando ropa de algún baúl. Cuando lograba tapar una grieta, se encontraba con otra abierta. La locura estaba instalada en aquella casa sin orden ni concierto. Nunca logró saber a ciencia cierta en qué trabajaba el padre. Sus horarios desiguales y sus desapariciones habituales daban un toque extraño a aquella familia. La madre no era un ama de casa al uso tradicional. Montones de ropa se superponían junto a la lavadora sin que a nadie pareciera importarle demasiado. Extrañamente, la montaña de ropa sucia mantenía un nivel constante a lo largo de la semana. Por otra parte, nunca se vio una plancha en la casa. Los mocos de aquellos críos parecía que formaban parte de la tradición familiar. Empeñarse en eliminarlos era una tarea inútil y descorazonadora.
     La Susi no era precisamente Mary Poppins, (aunque el paraguas fuera un complemento indispensable dada la climatología del lugar) y por ello hubo de pelear a brazo partido con aquel lío morrocotudo, mezcla de El camarote de los hermanos Marx y El hotel de los líos. No fue fácil llevar con dignidad aquel caos. Tampoco consiguió que aquella familia fuera modélica, ordenada o responsable; ni que los niños fueran educados, respetuosos y menos asilvestrados. Pero sobrevivió, aunque en el envite perdiera muchas plumas y saliera, sin embargo, cacareando.

domingo, 15 de abril de 2012

Mi amigo Pablo, que trabaja en un instituto, me envía una noticia sorprendente: resulta que la mayor asociación de padres de alumnos de Francia ha convocado una huelga de deberes escolares de quince días para pedir el fin de esas tareas porque considera que no son útiles y aumentan la desigualdad entre familias y, además, crean conflictos entre padres e hijos.
Después de leer el informe completo (que no voy a reproducir por razones obvias) deduzco que algo no va bien en esta sociedad. Evidentemente, yo no soy uno de esos sesudos psicopedagogos que han analizado ese informe, pero creo que tengo razones para opinar.
Los niños, ese objeto de deseo por parte de los diversos segmentos de la sociedad, deberían ser los que decidieran lo que les conviene. Pero sucede que los niños son eso: niños, y por tanto, no tienen la capacidad decisoria que les gustaría a algunos. Por eso son los mayores quienes deciden por ellos.
Supongo que los profesores, que son los que les transmiten conocimientos (y en ocasiones quienes les educan muy a su pesar) si les ponen deberes será porque comprenden que es una manera de reforzar la enseñanza recibida en clase. Digo esto porque, según lo que en alguna ocasión me ha comentado mi amigo Pablo, los niños son de natural distraídos, no atienden como debieran (les falta concentración, no les interesa lo que les explican o, directamente, no lo comprenden). Así que deduzco que la tarea para casa es necesaria según ese punto de vista del profesor.
El problema se presenta cuando los astros se posicionan de tal manera que todos los profesores, al mismo tiempo, sienten la urgente necesidad de poner deberes. Si, además, te encuentras con un padre que es Capricornio –que como todo el mundo sabe- es inseguro, ambicioso y frío- casado con una Géminis (que tiene tendencia a la contradicción y a la versatilidad) y si además, ambos, están bajo la influencia de Saturno y es plenilunio, -el hijo-  por muy Libra (encantador, diplomático y sociable) que sea, se vuelve una fiera inhóspita, cantamañanas y asocial que te monta un sarao de no te menees en menos de lo que tardo en decírtelo.
Así que yo propongo que, deberes, los justos. Y siempre controlando los signos astrales y la convergencia de los planetas.

domingo, 8 de abril de 2012

       ¿Os he contado alguna vez que la Susi es mujer de poco asiento y reflexión? A veces es natural, como la vida misma. Y con los hombres, alegre de cascos: casquivana. O si lo preferís, ligera, coqueta y un tanto frívola. Pero no confundamos los términos, no. Ocurre que ella, alegre, afable y dicharachera hasta el extremo, se deja llevar y, a veces, da lugar a equívocos.
       Precisamente por esa manera de ser tan desenvuelta, como decía, y porque nosotros los hombres somos de natural tan bobalicones con el sexo opuesto, he tenido algunas veces problemillas o pequeñas tensiones con mi mujer -¡santa varona!- (no se me entienda mal) que no han pasado de ser pequeñas escaramuzas conyugales con mayores o menores juegos florales y fuegos de artificio que lo adornan.
       Yo no sé si a vosotros os ocurre lo que a mí pero, ¿no sentís a veces el resoplido de la “fiera” en el cogote? ¡Cuántas veces lo he percibido!
       Hay ocasiones en que me llevo trabajo a casa. Son cosas de la empresa: balances, facturas… En fin, trabajo rutinario en la mayoría de las ocasiones (no quiero cansaros). Al cabo de un rato dejo lo que estoy haciendo y me pongo a escribir o a chatear con algún compañero/a y oigo de repente:
       -Cariñooo…, ¿estás bien?
      (Es el aliento caliente de la fiera, que está ahí mismito, en mi cogote, y que me vigila): mi “Gran hermano” particular.
      -Sí, sí, mi amor –respondo presuroso al tiempo que ceso toda actividad.
     (A veces, pienso si no controlará el ritmo cardiaco del tecleado del ordenador: alta velocidad = actividad frenética. Hummm… No toca… Algo “malo está haciendo”. Tecleado demasiado lento =  “algo está tramando”. El caso es que por fas o por nefas tengo siempre su presencia en la nuca, aunque ella esté en otra habitación bien distante de la mía. Solo cuando se pone a ver la telenovela, una película que le engancha, se duerme o habla por teléfono estoy realmente a salvo).
      ¿Pasa algo? ¿Qué te preocupa, mi cielo? -añado.
      -No, nada, nada, mi “amol”- contesta ella cariñosamente, con un tono forzadamente caribeño. (Huy, huy, huy… ha dicho “amol”- pienso. Me pide mi instinto que esté alerta). 
      Entonces regreso a mis balances, facturas, asientos, descuadres, saldos, liquidaciones…
      ¡La normalidad está aquí!
             


domingo, 1 de abril de 2012

     No bien he comenzado este blog y ya me han llovido algunas críticas (mejor diré comentarios constructivos y preguntas) referidos a la verosimilitud de estas pobres historias que escribo. Debo decir, al igual que en determinadas películas, que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Nada es cierto. Todo es real. No es una paradoja, empero. La Susi existe. Seguro que hay una Susi en algún lugar cercano. Mi “santa” la tenéis cada uno de vosotros en vuestras familias o en las de vuestros amigos. Nada nuevo, por tanto. En cuanto a mí y a mi amigo Pablo, ¿hay algo que pueda sorprenderos menos? Una vida normal, de gente normal, que lleva una vida sin sobresaltos.
     Que lo disfrutéis y viváis años para ello. Y yo que lo escriba.
     Con mis mejores deseos.
    
     Antón Hernández