domingo, 24 de junio de 2012

Este fin de semana ha venido a casa mi hijo pequeño, el que vive en Barcelona. Se ha presentado con su novia -¡cómo han cambiado los tiempos!- su nueva novia. Nosotros, cuando nos echábamos novia era para siempre. Y nos casábamos. Para siempre. Hoy, se juntan. Y no se casan. Y cuando ya no se aguantan, lo dejan. Y así.
Ella es una chica maja, de sonrisa fácil. Parece feliz. Creo que se quieren y por eso viven juntos: para compartir su vida, sus experiencias… Sin embargo hay algo que no acaba de gustarme: su atuendo, su aspecto. Viste con ropa del mercadillo; bueno, no, del rastrillo más bien (no pasa nada, que cada uno sabrá lo que le gusta y el dinerillo que tiene. Solo era una pequeña puntualización). Lleva pantalones amplios, -con cinturilla de goma- van ceñidos al tobillo y permiten llevar los “dodotis” puestos, sin que se noten. Creo que les llaman pantalones/bragas Aladdin, pantalones/bragas globo o algo así. Su atuendo se complementaba con una camisetilla de tirantes finos, de color fucsia que dejaba al aire su vientre plano con una pequeña estrella prendida del ombligo. Por calzado, unas alpargatas.
Los pelos (no me atrevo a llamar a eso “pelo o cabello”) eran rastas mal cortadas de varios colores desteñidos. También llevaba un pasador a modo de caracola. De cada una de sus orejas colgaban sendos trozos de alambre por pendientes.
En la ceja izquierda tenía prendido un “piercing”. También en la lengua llevaba otro, pero este muy discreto y pequeñito. En el labio, cerquita de la comisura, tenía atravesado un arete. Se adornaba el brazo izquierdo con una muñequera de cuero tachonada y con varias pulseras multicolores realizadas con hilos trenzados. En el tobillo, una pulsera con abalorios de colores.
Hemos pasado juntos dos días. Ya digo, una chica simpática, extravertida, muy natural, relajada, que infundía tranquilidad (en algún momento llegué a pensar, -sólo a pensar, que conste- si no se habría fumado algo). Para ella, todo era muy místico, natural, espontáneo y pragmático, según dice. “Se inspira en la filosofía Zen”- apunta mi hijo. Tocaba muy bien la flauta, pues al parecer tenía estudios en el conservatorio.
Mi hijo, muy a tono con su novia, llevaba camiseta negra de tirantes con agujeros, -de la que asomaba un mechón de pelo negro, hirsuto, - y pantalón vaquero desgastado, raído y sucio. Las chanclas, de cuero; y un solo pendiente de arete. Su pelambrera, abundante, parecía cortada a mordiscos.
Perro no llevaban.
En fin, después de todo hemos pasado un fin de semana agradable. A ratos he tenido que morderme la lengua y hacer grandes esfuerzos para no soltar la carcajada cuando me acordaba de aquel anuncio de televisión que decía: “Paz, amor… y el plus pal salón”.
Que no, que las cosas ya no son lo que eran.

domingo, 17 de junio de 2012

     Querido Pablo:
     Este es un país cotilla, lleno de morbosos. Me llegan cartas, decenas de cartas, centenares… ¡miles de cartas! (¡hala, halaaa…!) de admiradoras/es interesándose por mí, por saber cómo soy de verdad, qué edad real tengo, si verdaderamente trabajo en esto o me dedico a aquello. Alguna/o me pide -incluso- una foto dedicada y todo. También quieren fotos de la Susi (ya he dicho, claramente, que no, que habrán de conformarse con imaginarla). Hay, incluso, quien, en un acto heroico de masoquismo atroz me ha pedido la de mi mujer. Mira, no había pensado en ello, pero no estaría mal que la conocieran, no estaría nada mal. Así sabrían lo que yo tengo.
     Se empieza escuchando cantos de sirena lisonjeros cuando te haces novio y se acaba de galeote al servicio de un cómitre despiadado con el paso de los años. Así es la vida.
     Llevo casi treinta años de casado. “Una situación muy sólida y duradera” -pensará alguno (intenta romperla y verás).
     Mi hijo pequeño, el de Barcelona, presume de novia, no sin razón; de lo que se quieren y del tiempo que llevan juntos.
-   Papá, cinco meses.
-   Papá, siete meses…
     Y así.
     Me alegro mucho de que tenga novia  y de que esté como loco de contento y ya veo que las enseñanzas del profesor particular que le puse en Matemáticas han sido provechosas, pues noto que lleva muy bien la contabilidad. Espero que no le pase como a mí que -al cabo de los años, bien por desidia, aburrimiento, rutina o inercia- no sé si llevo 30 años y un día de vida en común con mi señora o esto es una condena que me ha impuesto algún juez. La verdad, como vida de pareja se me empieza a hacer muy larga, y más me parece lo segundo. Vivir así no es vivir, es morir un poco cada día. Me nota, me siente, me controla a cada instante… Y yo percibo su casi omnipresencia y omnisciencia a cada minuto, su aliento en la nuca. Aunque a veces se relaja, confiada, y puedo ser, por un breve tiempo, yo mismo. Cuántas veces he pensado poner un anuncio en el periódico o en el tablón de anuncios de una gran superficie: “Cambio pantera (experimentada) de 50 por dos de 25”. No sé si colaría, la verdad. Pero algo habrá que hacer al respecto.
     También he pensado divorciarme, pero esta opción tengo que descartarla “porque ella nunca lo haría” y eso es cosa de dos. He aprendido a hacer como con las hemorroides, a sufrirla en silencio. A ver, ¿a quién le contarías tú que tienes hemorroides? Aparte de ser algo personal y muy íntimo, es escatológico y de mal gusto hablar de ciertos asuntos. Así, resulta poco apropiado hablar de algunos temas con la gente. Para eso están los programas televisivos que todos sabemos.
     ¡Ah, cómo echo de menos aquellos tiempos en que en España no existía el divorcio, pero teníamos “la espantá”! ¡Qué tiempos aquellos! Hoy te cuesta un ojo de la cara y la mitad del otro divorciarte. Así que, mejor no intentarlo.
     Fugarse es otra opción, pero creo que no es demasiado rentable porque, si te acusa de abandono del hogar, la llevas clara. Darle a beber alguna pócima o ponerle algo en la comida, tampoco me parece demasiado seguro, pues según la policía no hay crimen perfecto, aunque ello dé mucho juego en las novelas policíacas.
     ¿Y si le diera un soponcio? Vaya, esa opción me parece más factible. Pero, ¿cómo hacerlo? Matarla a disgustos podría ser, aunque tengo serias dudas, ya que si no surte efecto rápido, su venganza podría ser terrible.
     Podría empezar por olvidarme de su cumpleaños. A ella, eso le dolería muchísimo. Por otra parte, creo que es una crueldad innecesaria y de efecto bumerán.  
     - “Ya no me quieres… Ya no te parezco atractiva… Ya no me abrazas ni me dices cosas bonitas como cuando éramos novios… ¿Hay otra?” –me diría constantemente. Así que, mejor dejarlo. Creo que, recordarle que cada año es un año mayor, es castigo suficiente.
     Ya, apenas tenemos sexo. En cambio, ahora quiere que le haga todas las noches el amor:
   - Dime que me quieres –me pregunta. ¿Te parezco atractiva? –se insinúa. Abrázame –exige. ¿Verdad que para ti soy la única? –duda.
      ¡Nadie sabe lo que yo tengo, Pablo!


domingo, 10 de junio de 2012

     Ya sabéis cómo es la Susi: sensible, fina, elegante... Le aterroriza el verano. ¡Y mira que es una estación bonita, llena de luz, sol y calor! –exclama. Pero es terrible. La luz hiere mi retina. El sol me aja la piel. El calor me provoca una sudoración excesiva -concluye.
     No lo puede soportar. Si, en sí misma es una estación hermosa, según mi opinión, todos mis convencimientos se me vienen abajo cuando escucho sus argumentos.
     Mira, -me dice solemne- cuando llega el buen tiempo, aparece una legión de horteras. El calor parece que sea una buena excusa para sacar lo que cada uno lleva dentro. Verás –continúa- la ropa mengua y las carnes asoman y se derraman por doquier. Aparecen las camisetas de tirantes para hombre, tipo jugador de baloncesto, con amplias aberturas laterales que permiten ver las axilas sudorosas. ¡Qué ordinariez! No hay desodorante que en esas condiciones no eche a correr, por mucho que digan los anuncios. En la hora punta del metro o en el autobús es un castigo insufrible tener a tu lado a uno de estos émulos de la NBA sujetándose de la barra superior del transporte público mientras le canta el sobaco. El conjunto se adereza con los respectivos calzones deportivos que dejan ver unas peludas piernas.
     En la playa, el panorama puede ser aún más desolador. Orondas barrigas cerveceras, bañadores insólitos marcapaquetes y chanclas que se arrastran con pereza insultante. Como complementos, que no falten una buena cadena al cuello y una riñonera. También tenemos a ese grupito de fashion people que considera que la toalla alrededor del cuello es la máxima expresión de la elegancia.
     Que Dior nos libre de tanto hortera.

domingo, 3 de junio de 2012

Queridos seguidores de este blog:
Hoy os envío un texto que me remite mi amigo Pablo sobre la redacción que una profesora de su instituto propuso a los alumnos de psicología sobre el psicoanálisis.

“Por lo que yo sé, el psicoanálisis es un método que fue creado por un médico austriaco a finales del siglo XIX y que consiste en la aplicación de varias técnicas que tienen como objetivo el tratamiento clínico de diversos padecimientos psíquicos de la persona.
El psicoanálisis hizo furor en el pasado siglo y tuvo multitud de adeptos. Sin embargo, hoy está en desuso, ya que el famoso diván sobre el que se reclina al paciente para que hable de todo aquello que siente, piensa o le traumatiza, conlleva que, en un gran número de casos, este termine durmiéndose.
En consecuencia, el psicoanálisis pierde su capacidad para descubrir los problemas de los enfermos. Sí trata -en cambio- sus fantasías oníricas, sus sueños. Por tanto, el psicoanálisis, tal como se conocía hasta ahora, se muestra como un rotundo fracaso.
Hay, sin embargo, una versión española de este asunto que ha sido probada en todo el mundo y es considerada en la actualidad como una de las mejores técnicas para la resolución de los conflictos y padecimientos psíquicos de una persona. El método, a pesar de su sencillez, no había sido considerado científico hasta hace relativamente bien poco.
¿En qué consiste? El médico, ante todo, ha de deshacerse de la consulta y del clásico sofá y recibir al paciente en un bar. En este lugar la atmósfera es mucho más relajada y, tanto paciente como médico, podrán iniciar la terapia de una manera más distendida y lúdica, bien sea echándose una partidilla a las cartas, a los dados, jugando a los dardos o tomándose unas cervezas si ese es su gusto. Médico y paciente pueden establecer una relación más personal, más fraternal, más íntima, más humana… Todo ello creará el ambiente necesario para lograr una mayor empatía. De este modo, ambos podrán hablar de todo con total relajación. Después de dos o tres copas más, el paciente estará totalmente desinhibido y será capaz de expresarse libremente despachándose a gusto y exteriorizando todas sus neuras y conflictos interiores. Si el médico es un profesional que sabe estar a la altura de las circunstancias, en algunos casos acompañará al paciente en la ingesta de sustancias etílicas. La catarsis, así, será bidireccional y completa”.