Ayer acudí con la Susi al ginecólogo. La pobre estaba sola y me pidió que la acompañase. A mi mujer, recelosa como siempre de mis compañías femeninas, no le hizo demasiada gracia. Si no hubiera tenido hora con su “estilista”, como dice ella, nos habría acompañado en calidad de carabina. Y total, ¿para qué va a la peluquería si siempre viene con unos pelos “que pa qué”... y con el bolsillo maltrecho? Pero ella se empeña en que está guapa:
- ¿No me notas nada, cari? –acostumbra a preguntarme, coquetuela.
- Chica..., la verdad... –le respondo con aire despistado. Así... de repente... –continúo, ingenuo. Pues... Déjame ver... ¡Ah, ya...! –digo dispuesto a acabar con tanto misterio. Los pendientes son nuevos, ¿eh? –añado con aire cómplice.
- ¡Qué va, tontorrón...! –me responde ella, melosa. Vengo de la “pelu”. ¿A que estoy guapa?
- Cla..., cla..., ¡claro! –tartamudeo azorado. ¡Qué tontorrón! ¡Mira que no darme cuenta...! Pero, ahora que lo dices, estás guapísima. ¡Vaya! ¡Gua-pí-si-ma!
- Aaanda, trolerooo... ¡Eso se lo dirás a to-das! –termina triunfal.
Pues a lo que iba, que como tenía “pelu”, -muy a su pesar- no pudo acompañarnos. De modo que allí estábamos los dos esperando en la salita de la policlínica a que nos llamara la enfermera. Estaban con nosotros otras tres mujeres. Dos de ellas, que al parecer eran amigas, hablaban sin parar. Al rato salió la enfermera, quien se dirigió a una de ellas en tono familiar:
- Paqui, pasa. Y añadió: ¿Hay alguien más para la ginecóloga?
- Yo, dijo la Susi.
- Ahora enseguida la llamo, dijo aquélla.
Y la enfermera desapareció.
Aquellas dos mujeres distraídamente despreocupadas llevaban largo rato contándose la receta para hacer un bizcocho. Que si mi madre, la pobre –que en gloria esté-, lo hacía así; que si la harina se añade poco a poco hasta que la mezcla se haga homogénea y que cuando se despega del bol ya tenemos la mezcla perfecta; que…Y así hasta que se dieron cuenta de que la enfermera, tras preguntar algo que no habían oído, se había metido de nuevo en la consulta.
- ¿Qué ha dicho? – nos preguntó resuelta una de ellas.
Y la Susi respondió:
- Pregunta por los pacientes para ginecología.
Y aquellas, muy ofendidas, empezaron a a llamar a la enfermera de todo, menos bonita.
- ¿La tonta esta no tiene una lista? –preguntó nuevamente la más guerrera.
- Pues estamos bien, coreó su compañera.
La Susi no sabía dónde meterse del ataque de risa que le dio.
- ¿Que si hay alguien para ginecología? -volvió a terciar la más habladora. Y continuó: ¿Te das cuenta? ¡Si ha pasado de nosotras! Pero, ¿será borde la tía? –insistió.
- Pero, ¿será posible? ¿Cómo es posible que no tenga una lista? Por Dios, ¡qué barbaridad, qué desatino!
- Más inútil no se puede de ser –confirmó la otra. ¿Uds. lo han visto, verdad?
- Bueno… la enfermera preguntó si… -intentó decir la Susi, cuando rápidamente, la primera cortó:
- Pues eso es una falta de seriedad y de profesionalidad, porque aquí todos pagamos impuestos y “bla, bla, bla”…
- Y “bla, bla, bla”… repitió la otra.
- “Bla, bla, bla”… -confirmó la primera
- Pues “blablablá, bla, blablá”… -intervino nuevamente la marisabidilla.
- Ah, Claro… “blablablá, bla, blablá”… -corroboró su acompañante.
- ¡Natural! “Blabla, blablá, bla”… -acordaron finalmente ambas, tras unos veinte minutos de protestas y críticas.
Ya, la Susi no oía; hacía un rato que había desconectado y daba fe de sus buenas maneras.
Por fin… ¡¡¡Siguiente…!!!