La Susi, ese ser tan maravilloso
con quien tengo la gran fortuna de compartir multitud de experiencias, me ha
proporcionado la alegría de poder estar con ella nuevamente.
- Antón, -me susurra tiernamente- me han
invitado a una boda y, como todos llevan pareja, voy a sentirme muy sola.
Acompáñame, anda; vente conmigo –dice melosa.
Y yo, que soy de corazón débil, me
dejo convencer por su voz dulce y por sus carantoñas. Armas de mujer de las que
no he sabido jamás defenderme. Y así me va en la vida.
Hacía tiempo que no iba a una
boda. Casi desde que me casé, si exceptuamos la de Pablo. Y es que hoy en día
casi nadie se casa. En fin, a lo que iba. Aquello no era una boda, era algo
espectacular, mezcla de Pasarela
Cibeles y actuación circense, aunque finalmente devino en bodorrio
por lo desordenada y ruidosa que resultó.
Parecía una competición
–por la elegancia, unas veces; por la chabacanería y ostentación del mal gusto
las más- de modelos, modelitos, tocados, peinados, escotes, piernas y
figurantes en general. Me fue difícil, al principio, reconocer a la novia, ya
que entre los asistentes había una soterrada lucha por ser, estar y parecer.
Yo, que soy un clásico pertinaz, buscaba de entre la gente un traje de novia de
color blanco pureza, pero al rato salí de dudas cuando, de un Buick descapotable, modelo años 50, de la
factoría USA, desembarcó una joven enfundada en un espectacular vestido negro.
En mi desconocimiento total de las
tendencias actuales, más me pareció un oscuro vaticinio de lo que podría
depararle el destino al novio, quien comparado con la hermosura de su
prometida, me recordó a la mantis religiosa, que tras la noche de amor devorará
a su compañero.
La Susi, que es más de este mundo,
me sacó de mi ignorancia y me explicó que estas eran las nuevas tendencias y me
hizo sentir un troglodita de la moda; pero como tiene esa gracia al decir las
cosas, no pude enfadarme con ella.
Mientras en el bando de las chicas
todo era colorido, competencia, exageración, diversidad, generosidad en los
escotes (tipo barco, Berta, palabra de
honor –¡os lo juro!- hombros caídos,
cuadrado, en uve, falsa modestia…), ellos llevaban unos trajes aburridos,
monocromáticos, insulsos, todos con el mismo corte.
Tengo que deciros que la Susi
causó sensación entre los asistentes con su vestido corto de cóctel
rojo-pasión, escote te lo juro y sus imponentes zapatos de tacón
de aguja que lucía con gran elegancia. Entre la gracia de su porte y la
plataforma en la que se hallaba subida, parecería yo un escolar al que su mamá
acompañara -cogido de la mano- al cole, si no fuera porque puedo ser su padre.
Pero la Susi es esa chica desinteresada y desprendida que va con su amiga a
todas partes y a quien no le importa que ésta sea fea.
Así iba yo con la Susi: dando la
nota.